¿Quién fue Eva Duarte de Perón, Evita? ¿Por qué despertó tanto amor en los descamisados y tanto odio en la oligarquía y hasta en la izquierda de la época? ¿Qué llevó a sus enemigos, el día de su paso a la inmortalidad, a escribir en las paredes de Buenos Aires: “Viva el cáncer”, y qué los llevó luego a robar y ultrajar su cadáver durante dos décadas? Son preguntas que 68 años después de su muerte siguen siendo fundamentales para entender, siquiera provisionalmente, lo que hoy llamamos “la grieta”.
Para Eduardo Galeano, “la odiaban, la odian los biencomidos: por pobre, por mujer, por insolente. Ella los desafía hablando y los ofendía viviendo. Nacida para sirvienta (…) Evita se había salido de su lugar”. Como señala Felipe Pigna: “Era intempestiva, pasional, luchadora, y los odios que generó fueron de igual intensidad”.
Evita fue la mujer más influyente del país: creó el Partido Peronista Femenino, impulsó los derechos políticos de las mujeres hasta hacer realidad el voto femenino (¡en los años cincuenta!); fundó la ayuda social, se ligó a los sindicatos, conquistó la devoción de los “descamisados” y fue el verdadero muro de contención ante los enemigos de Perón.
Tuvo la generosidad política de renunciar a la candidatura a Vicepresidente ante un pueblo que la aclamaba, optando por la salud de un Proyecto Político antes que por la propia. Tantas muestras de madurez política en tan solo seis años de militancia activa. Tanto cariño recibido, tanto amor entregado. Tanto dolor ese 26 de Julio de 1952 cuando a los 33 años su frágil cuerpo dijo “basta”.
Se han escrito ríos de tinta sobre “Esa mujer”, como reza el título del inmortal relato de Rodolfo Walsh. Se la ha difamado, se la ha vituperado, pero a Dios gracias, el Pueblo siempre la ha llevado en lo más hondo de su corazón. Porque el Pueblo (y eso lo sabemos quienes nos hemos sometido alguna vez a su arbitrio, para bien y para mal) no se equivoca.